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Monitoreo de la gobernabilidad democrática
Guyana: ¿puede el petróleo llevar al país hacia el desarrollo?
Guyana no necesita mirar muy lejos para ver cómo los Estados petroleros pueden fallar terriblemente. Su vecina Venezuela es el ejemplo perfecto de cómo la corrupción y una gobernanza inepta pueden convertir la riqueza petrolera en una paradójica maldición de los recursos, llevando el país a la pobreza e inestabilidad política.Por Dorothea Krueger
Guyana, un pequeño país sudamericano con fuertes lazos con el Caribe, ha captado la atención mundial debido a su extraordinario auge económico. Con una población de menos de 800 mil habitantes, Guyana aún en los años 90 era uno de los países con el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita más bajo de Latinoamérica y el Caribe. En 2013, todavía estaba al final de la lista en el Caribe anglófono. Sin embargo, y en un contexto pandémico y pos-pandémico, Guyana casi cuadruplicó su PBI desde 2020, registrando un crecimiento superior al 60% en 2022. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2024 su PBI per cápita alcanzará los 26,590 dólares, muy por encima, por ejemplo, de los 11,350 dólares de Brasil para el mismo año.
El detonante de este fenómeno es claro: el petróleo. En 2015, la petrolera estadounidense ExxonMobil descubrió grandes reservas de petróleo económicamente viable en las costas guyanesas: unos 11 mil millones de barriles. Esto coloca a Guyana, en términos per cápita, solo detrás de Kuwait en cuanto al valor de reservas petroleras. Desde 2019, un consorcio entre las dos empresas estadounidenses ExxonMobil (45%) y Hess (30%) y la China National Offshore Oil Corporation (25%), comenzó a extraer petróleo mar adentro, exportándolo desde 2020. La exportación, gracias al acuerdo de reparto de ganancias entre el consorcio y el gobierno guyanés, le generará a Guyana unos 4,200 millones de dólares anuales hasta 2025, aunque el acuerdo ha sido criticado por ser más beneficioso para Exxon que para Guyana. Así, la riqueza encontrada brinda a Guyana la oportunidad de dar un impulso importante a su desarrollo económico y social.
Existen varios desafíos para el desarrollo de Guyana cuyos ingresos petroleros podrían ayudar a enfrentar. A pesar de que se sitúa en el continente sudamericano, Guyana es clasificado como pequeño estado insular en desarrollo, dado que el 90% de su población vive en áreas costeras bajas, vulnerables al cambio climático y los temporales caribeños. Para 2030, Georgetown, la capital, podría quedar sumergida. Además, en 2021, el 43.4% de los guyaneses vivía por debajo de la línea de pobreza, y las desigualdades entre la costa y el interior, dominado por la selva amazónica, son marcadas. La explotación petrolera ofrece los fondos necesarios para mejorar infraestructuras, salud y educación, pero esto requiere una gestión responsable.
Guyana no necesita mirar muy lejos para ver cómo los Estados petroleros pueden fallar terriblemente. Su vecina Venezuela es el ejemplo perfecto de cómo la corrupción y una gobernanza inepta pueden convertir la riqueza petrolera en una paradójica maldición de los recursos, llevando el país a la pobreza e inestabilidad política. Guyana debe evitar caer en la llamada “maldición de los recursos”. Esta incluye el “mal holandés”, que describe como la afluencia de divisas del petróleo puede apreciar la moneda local por lo que se hacen relativamente más baratos las importaciones, perjudicando la competitividad de otros sectores productivos de la economía. En un círculo vicioso consecuente, aumenta la dependencia de la economía del sector petrolero y de los precios volátiles del recurso en el mercado internacional.
Además, para evitar la “maldición de los recursos”, la buena gobernanza es clave. Sin un marco legal sólido, la corrupción podría desviar la riqueza hacia unos pocos y socavar las instituciones democráticas. Una mayor dependencia del Estado de los ingresos del petróleo puede debilitar el vínculo entre el gobierno y los contribuyentes, socavando el sistema de la rendición de cuentas y propiciando tendencias autocráticas. En este sentido, surgen dudas con respecto a la estabilidad de la democracia guyanesa. En 2020, las elecciones presidenciales culminaron en una disputa por los resultados, en la cual ambos candidatos de los dos partidos mayoritarios reclamaban su victoria. Después de cinco meses se resolvió la crisis con la asunción del nuevo presidente, pero sin embargo persiste en Guyana una polarización étnica de origen histórico entre los indo-guyaneses y los afro-guyaneses. Con respecto a la gobernanza justa y responsable del petróleo, el afianzamiento de las políticas de identidad étnica representa un peligro real.
Sin embargo, Guyana ya introdujo políticas destinadas a evitar la maldición de los recursos, como la creación de un Fondo de Recursos Naturales (FRN) inspirado en el modelo noruego. Por ley, todos los ingresos de la exportación del petróleo guyanés terminarán en este fondo y cualquier retirada monetaria es limitada por topes anuales y la aprobación parlamentaria. Además, los capitales del FRN solo deben destinarse al financiamiento de las prioridades nacionales de desarrollo o la asistencia por catástrofes naturales. De este modo, el gobierno guyanés no solo ve en la producción petrolera la oportunidad para mejorar el estándar de vida de los guyaneses, sino también la entiende como principal promotor para su política de desarrollo sustentable y adaptación al cambio climático. Esto no puede hacer olvidar, sin embargo, que los combustibles fósiles son promotores de la catástrofe climática, de la cual Guyana se ve especialmente amenazada.
Internacionalmente, la aparición de otro proveedor petrolero favorable a Occidente puede asegurar el abastecimiento en contextos como la guerra en Ucrania y en el Medio Oriente. Sin embargo, también contiene potencial conflictivo, ya que el hallazgo de petróleo ya exacerbó la disputa territorial con Venezuela por la región del Esequibo. Aunque para el presidente venezolano el reclamo por el Esequibo también parece tener fines políticos de unidad nacional, la región posee un importante atractivo económico, debido a su proximidad a los campos petrolíferos.
En resumidas cuentas, Guyana se encuentra en una encrucijada. Habrá que ver si el oro negro de las costas guyanesas resulta ser un golpe de suerte o una maldición. Por un lado, la riqueza petrolera podría catapultar al país hacia un desarrollo sin precedentes, por el otro también conlleva riesgos significativos. La manera en que gestione sus nuevos recursos determinará si Guyana se convierte en un ejemplo de éxito o en otro caso más de maldición de los recursos.
Dorothea KruegerAsistente de proyectosTiene un Bachelor of Arts en International Cultural and Business Studies de la Universidad de Passau (Alemania), es licenciada en Gerenciamiento Económico Intercultural (USAL) y posee un Master of Arts en Relaciones Internacionales y Diplomacia de la Universidad de Tréveris (Alemania). En 2020 llevó a cabo una pasantía en CADAL y luego colaboró como estudiante voluntaria en asistencia de investigación. Desde 2024 es Asistente de Proyectos de CADAL.
Guyana, un pequeño país sudamericano con fuertes lazos con el Caribe, ha captado la atención mundial debido a su extraordinario auge económico. Con una población de menos de 800 mil habitantes, Guyana aún en los años 90 era uno de los países con el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita más bajo de Latinoamérica y el Caribe. En 2013, todavía estaba al final de la lista en el Caribe anglófono. Sin embargo, y en un contexto pandémico y pos-pandémico, Guyana casi cuadruplicó su PBI desde 2020, registrando un crecimiento superior al 60% en 2022. Según estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2024 su PBI per cápita alcanzará los 26,590 dólares, muy por encima, por ejemplo, de los 11,350 dólares de Brasil para el mismo año.
El detonante de este fenómeno es claro: el petróleo. En 2015, la petrolera estadounidense ExxonMobil descubrió grandes reservas de petróleo económicamente viable en las costas guyanesas: unos 11 mil millones de barriles. Esto coloca a Guyana, en términos per cápita, solo detrás de Kuwait en cuanto al valor de reservas petroleras. Desde 2019, un consorcio entre las dos empresas estadounidenses ExxonMobil (45%) y Hess (30%) y la China National Offshore Oil Corporation (25%), comenzó a extraer petróleo mar adentro, exportándolo desde 2020. La exportación, gracias al acuerdo de reparto de ganancias entre el consorcio y el gobierno guyanés, le generará a Guyana unos 4,200 millones de dólares anuales hasta 2025, aunque el acuerdo ha sido criticado por ser más beneficioso para Exxon que para Guyana. Así, la riqueza encontrada brinda a Guyana la oportunidad de dar un impulso importante a su desarrollo económico y social.
Existen varios desafíos para el desarrollo de Guyana cuyos ingresos petroleros podrían ayudar a enfrentar. A pesar de que se sitúa en el continente sudamericano, Guyana es clasificado como pequeño estado insular en desarrollo, dado que el 90% de su población vive en áreas costeras bajas, vulnerables al cambio climático y los temporales caribeños. Para 2030, Georgetown, la capital, podría quedar sumergida. Además, en 2021, el 43.4% de los guyaneses vivía por debajo de la línea de pobreza, y las desigualdades entre la costa y el interior, dominado por la selva amazónica, son marcadas. La explotación petrolera ofrece los fondos necesarios para mejorar infraestructuras, salud y educación, pero esto requiere una gestión responsable.
Guyana no necesita mirar muy lejos para ver cómo los Estados petroleros pueden fallar terriblemente. Su vecina Venezuela es el ejemplo perfecto de cómo la corrupción y una gobernanza inepta pueden convertir la riqueza petrolera en una paradójica maldición de los recursos, llevando el país a la pobreza e inestabilidad política. Guyana debe evitar caer en la llamada “maldición de los recursos”. Esta incluye el “mal holandés”, que describe como la afluencia de divisas del petróleo puede apreciar la moneda local por lo que se hacen relativamente más baratos las importaciones, perjudicando la competitividad de otros sectores productivos de la economía. En un círculo vicioso consecuente, aumenta la dependencia de la economía del sector petrolero y de los precios volátiles del recurso en el mercado internacional.
Además, para evitar la “maldición de los recursos”, la buena gobernanza es clave. Sin un marco legal sólido, la corrupción podría desviar la riqueza hacia unos pocos y socavar las instituciones democráticas. Una mayor dependencia del Estado de los ingresos del petróleo puede debilitar el vínculo entre el gobierno y los contribuyentes, socavando el sistema de la rendición de cuentas y propiciando tendencias autocráticas. En este sentido, surgen dudas con respecto a la estabilidad de la democracia guyanesa. En 2020, las elecciones presidenciales culminaron en una disputa por los resultados, en la cual ambos candidatos de los dos partidos mayoritarios reclamaban su victoria. Después de cinco meses se resolvió la crisis con la asunción del nuevo presidente, pero sin embargo persiste en Guyana una polarización étnica de origen histórico entre los indo-guyaneses y los afro-guyaneses. Con respecto a la gobernanza justa y responsable del petróleo, el afianzamiento de las políticas de identidad étnica representa un peligro real.
Sin embargo, Guyana ya introdujo políticas destinadas a evitar la maldición de los recursos, como la creación de un Fondo de Recursos Naturales (FRN) inspirado en el modelo noruego. Por ley, todos los ingresos de la exportación del petróleo guyanés terminarán en este fondo y cualquier retirada monetaria es limitada por topes anuales y la aprobación parlamentaria. Además, los capitales del FRN solo deben destinarse al financiamiento de las prioridades nacionales de desarrollo o la asistencia por catástrofes naturales. De este modo, el gobierno guyanés no solo ve en la producción petrolera la oportunidad para mejorar el estándar de vida de los guyaneses, sino también la entiende como principal promotor para su política de desarrollo sustentable y adaptación al cambio climático. Esto no puede hacer olvidar, sin embargo, que los combustibles fósiles son promotores de la catástrofe climática, de la cual Guyana se ve especialmente amenazada.
Internacionalmente, la aparición de otro proveedor petrolero favorable a Occidente puede asegurar el abastecimiento en contextos como la guerra en Ucrania y en el Medio Oriente. Sin embargo, también contiene potencial conflictivo, ya que el hallazgo de petróleo ya exacerbó la disputa territorial con Venezuela por la región del Esequibo. Aunque para el presidente venezolano el reclamo por el Esequibo también parece tener fines políticos de unidad nacional, la región posee un importante atractivo económico, debido a su proximidad a los campos petrolíferos.
En resumidas cuentas, Guyana se encuentra en una encrucijada. Habrá que ver si el oro negro de las costas guyanesas resulta ser un golpe de suerte o una maldición. Por un lado, la riqueza petrolera podría catapultar al país hacia un desarrollo sin precedentes, por el otro también conlleva riesgos significativos. La manera en que gestione sus nuevos recursos determinará si Guyana se convierte en un ejemplo de éxito o en otro caso más de maldición de los recursos.